Una amiga me relató que por las noches, cuando era niña jugaban con sus manos. Esta es su historia adaptada, la cama guarda grandes secretos....
Cuando era niña y me quedaba sola en la habitación, notaba como alguien jugaba con mis manos entre las mantas, apartaba la mano asustada y me acurrucaba entre las mantas a modo de ovillo, dejaba pasar un tiempo prudencial y buscaba entre la oscuridad que era aquello que jugaba a hacerme cosquillas en mis pequeños dedos, pero nunca encontraba nada, así que me dormía enseguida sin averiguar tamaño misterio.
Por la mañana, antes de que mis padres viniesen a despertarme para llevarme al colegio, rebuscaba entre las sabanas y el colchón para descubrir aquello que me quitaba el sueño siempre inútilmente hasta que deje de prestar atención a aquellas sensaciones y me hice mayor, una mujer hecha y derecha como dicen en mi tierra.
De vez en cuando recordaba esos juegos infantiles y emulaba mi búsqueda nocturna entre mi edredón sonriendo al ver cuanto de inocente puede llegar a ser una niña. Pero algo cambio mi visión de la situación.
Una noche solitaria en mi cama, triste por no sentir el cuerpo de mi mujer dormida a mi lado, note un hormigueo en la palma de mi mano, lentamente levante la ropa de cama cuando descubrí dos ratoncitas correteando por el colchón. Abrí la boca ante tal descubrimiento y apenas me atrevía a toser.
Parecían sacadas de un cuento, llevaban unos mandiles de color rosado y unos gorritos en la cabeza por los que salían sus pequeñas orejas, jugaban y tiraban de mis dedos como si les pareciese un juego divertido, reían y saltaban, susurraban palabras entre ellas pero yo no las podía escuchar, solo observar.
-Mira cariño, se ha despertado-dijo una de ellas.
-Ya veo ya, vamos a saludarla a ver si se anima- respondió la otra moviendo sus bigotes.
-¿Y si nos hace daño?-replicó la primera
-No creo, es buena niña mi amor, confía en ella-afirmó la segunda con los brazos en jarra.
Esperé para ver que decidían, vistas desde mi tamaño, parecían un divertido matrimonio de roedores lésbicos, de esos que llevan toda la vida juntos y discuten por las mayores nimiedades aunque se adoran y respetan, tanto como para envejecer juntas. Me decidí por fin a saludarlas yo a ellas.
-Buenas noches-dije casi susurrando.
Las ratoncitas parecieron sorprenderse de mi descubrimiento, hicieron el amago de esconderse pero al final saludaron con sus pequeñas patitas. Estiré mi mano y se sentaron en ella, las acerque a mi cara para escucharlas mejor y entonces me contaron que cuando era un bebé construyeron su hogar en mi cuna, adoptandome como hija “humana”, desde ese momento todas las noches vigilaban mi sueño encargándose de demostrarme que dos mujeres pueden casarse y llegar a abuelitas juntas.
Las pequeñas roedoras convirtieron mis sueños en hermosos y me enseñaron cada día de mi vida desde que nací que lo importante es lo que sientes no lo que ves. Amas a una persona no a un cuerpo.
Noche tras noche juegan con mis manos y en mi cama, despiertan mi imaginación y si ella no está (mi mujer) suplen su ausencia con increíbles historias de amor entre ratoncitas lesbianas.
2 comentarios:
Amo ser mujer y amar las mujeres, vivo mi vida por y para mi no por los demas,me valen los estandares yo soy y yo y solo me importa mi felicidad y la de los mios.que sufran os demas yo soy yo los demas no padecen ni sufren estar dentro demi piel ;)
Como lesbiana feminista venezolana, y profesora de la universidad del zulia en estudios de género lésbico, me encanta esta web¡¡¡ elida aponte sanchez
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