Los pequeños detalles hacen la vida agradable, la magia puede existir a cualquier hora y en cualquier objeto, el café es una pócima magica.
Algunas mañanas son un verdadero placer, me levanto temprano, me doy una ducha de media hora con agua caliente, me arreglo y me dirijo a la cocina donde habitualmente tengo encima de la mesa un café con leche y unas galletas, que mi mujer, que siempre se despierta antes que yo, me prepara con todo su amor. El aroma del café recién hecho, la visión de la persona a la que amo y la sensación de comenzar un día de esta forma tan maravillosa, hace que una persona tan dormilona como yo se despierte de muy buen humor.
Los cafés de mi mujer son especiales, despiertan mi habitualmente dormida personalidad a esas horas. Con el café me coloca en un pequeño plato unas galletas con forma de muñecos de trapo o de osos o de algún super héroe de moda, como una niña pequeña me pongo a jugar con mi galleta, la sumerjo en el café y cuando se reblandece me la llevo a la boca y saboreo su dulce sabor, esta operación la repito hasta que mi mujer me besa y decido llevarme a la boca algo bastante mas interesante.
El café me acompaña durante el resto del día, su olor me recuerda a los juegos matutinos de forma que cuando llega la hora de regresar a casa y me preguntan ¿que tal el día? Siempre respondo lo mismo: “si mi pareja me hace el café, fantástico”.
Las galletas las ignoro un poco, solo me acuerdo de ellas en el desayuno, hasta que un día a primera hora de la mañana protestaron. Con la liturgia habitual me senté en la mesa para jugar con ellas, esta mañana tenían forma de conejitos y si me fijaba un poco hasta llevaban pajarita. Agarré a uno que estaba en el plato e iba a proceder a bañarlo en el café cuando salto de mi mano y salió corriendo de nuevo al plato. Fruncí el ceño e intente repetir la operación pero como si de un conejo de verdad se tratase brinco de nuevo escapándose de mis dormidos dedos así que decidí comerme a otra galleta pero la operación se repitió de nuevo.
Mi pareja estaba en la ducha así que levante a uno de los conejos por sus orejas fabricadas con cereales y lo observe fijamente. La galleta permanecía inmóvil pero de pronto todas las galletas del plato tomaron vida y se dirigieron directamente hacía mí. Una de ellas dijo en voz muy alta
-Tu recuerdas el café durante el día y tu mujer nos recuerda a nosotras, así que haz el favor y cuando termines tu café, déjale un plato con galletas a tu mujer.
Dicho esto se convirtieron de nuevo en galletas de mantequilla y harina normales. Seguí el consejo de aquel conejito, cuando mi hermosa mujer salió de la ducha se encontró con su café y sus galletas. Recibiendo como compensación mi esperado beso de buenos días. Esa día yo fui la chica de las galletas, mi mujer la muchacha del café y juntas montamos un gran desayuno. Eso si, desde esa mañana mis desayunos fueron con mermelada, todavía mas dulce.
Los pequeños momentos, las cosas sencillas nos hacen la vida mas agradable, las galletas de la cocina de vez en cuando salen de su caja para contarme secretos, pero como son secretos solo los conocemos nosotras, eso si, todos los secretos me ayudan a que mi relación de pareja cada mañana sea mágica y fantástica.
2 comentarios:
interesante blog...
me ha gustado mucho
un saludo
te voy a linkear, ok?
Hmm .... Me gusta tu perspectiva de la vida en pareja
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