Dedicado a mi mejor amigo, vivió quince años de su vida a mi lado siendo siempre fiel y leal. No me falló nunca, así que este cuento es para mi perro Feroz, seguró que donde vive ahora lo podrá leer.
Cuando era niña hablaba con todos los animales que me encontraba por la calle, perros, gatos, insectos incluso parloteaba con los patos del parque al cual me llevaban mis progenitores de paseo. Recuerdo que tenía grandes conversaciones con todos e incluso debatía con ellos ya que no estaba de acuerdo con muchas de sus posturas, claro que no recuerdo exactamente cuales eran estas.
Como en todo, cuando me hice mayor deje de jugar y una de las consecuencias fue que deje de charlar con mis amigos los animales aunque he de reconocer que encantan, sigo manteniendo que mi mejor amigo, el mas fiel, el que nunca me juzgo, el que mas se alegraba de verme, el que siempre me apoyo y el que nunca me falló fue mi perro.
Una noche paseando con mi pastor alemán por el parque, escuché unas voces que provenían de la copa de un árbol. Extrañada, me acerqué a su tronco, levanté la cabeza y pude ver dos pequeños gorriones en una rama mirándose de frente parloteando sin cesar. Parecían discutir sobre unas migas de pan. Ambos pájaros tenían voz de chica, era una pareja de gorriones hembra. Mi perro, ignorando la situación, dejo su pelota en mis pies para que jugase con él, la pareja de gorriones continuaba su parloteo.
-¿Has visto que humana mas cotilla?
-Si, pero de todas formas no nos va a entender...
Me marche a casa con mi fiel amigo y a la noche siguiente, paseando de nuevo con él, dos cisnes en el estanque, nadaban romáticamente bajo la luna, de nuevo los escuche hablar. Esto comenzó a suceder muy a menudo, convirtiéndose en algo totalmente habitual, lógicamente no se lo conté a nadie solo me limitaba a disfrutar del amor de la pareja de gorriones o de los bellos cisnes que se amaban bajo las estrellas, siempre acompañada de mi gran amigo canino.
Una noche mi perro salió corriendo y ladrando hacía el árbol de la pareja de gorriones, en la rama esta vez, solo estaba una de ellas, la otra no estaba en aquella copa, parecía triste y mi perro no paraba de ladrar, al final no pude resistirme.
-Puedo entenderos ¿donde esta tu pareja?-le pregunté.
En un principio se asustó y se escondió, después perdió el miedo, por fin decidió contarme que sucedía: unos niños habían lanzando piedras a todos los animales por la tarde hiriendo a la pequeña gorrión cayendo del árbol. La otra no la pudo encontrar, llorando por eso desconsolada en su rama.
Con la ayuda de mi perro encontramos al pequeño pájaro herido lo lleve a mi casa y le curé su ala rota, explicando todos los días como si de un médico me tratase a su pareja el estado de su amada.
Llegó el momento de el recuentro de los dos pajaritos, los perros montaron guardias para evitar que los malvados niños hiciesen daños de nuevo a estos nobles animales y por mi parte continué disfrutando en silencio del amor lésbico de dos simpáticos pajaritos.
Los homosexuales sufrimos agresiones en todo el mundo porque si, no dejemos nunca de denunciarlo.
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