Este blog tiene una musa, esa musa es mi novia, para ella y para todo el mundo que tenga alguna incertidumbre en su vida, todos tenemos duendes que nos ayudan aunque no se muestren.
Toda la habitación se encontraba oscura y silenciosa, mi mujer dormía plácidamente a mi lado, respiraba profundamente, su cara parecía sacada de un cuadro de ángeles niños. La abrace con mis brazos, arrime mi cuerpo al suyo y la besé despacio en la mejilla. Poco a poco intenté apoyar mi cabeza en su cálido pecho, después de unos minutos de lentos movimientos por fin lo conseguí; me siento como una niña entre sus brazos, es mi lugar de protección, de descanso de paz, mi lugar de inspiración, mi lugar de ensueño.
Me apreté fuerte contra ella y acaricié su graciosa y pequeña barriguita con la yema de mis dedos, pasados unos minutos inevitablemente me dormí. El mejor sitio del mundo, el mayor placer de la vida, a solas con mi mujer en la cama, tapadas las dos hasta las orejas con la calefacción encendida descansando, es algo único...
Una de las desventajas de dormirse tarde es que a veces el cuerpo pide realizar ciertas necesidades fisiológicas, así que, a regañadientes, separé mi cuerpo del de mi hermosa mujer, me levanté de la cama a oscuras para no despertarla, busqué mis zapatillas en la oscuridad y me las enfundé en mis por ahora calientes pies.
Mis zapatillas son como las de unos duendes naranjas y verdes, calentitas, cómodas y muy graciosas, ella siempre me dice “pareces una duendecilla con esas zapatillas”. Para ser sincera no le falta razón. Dormida por el pasillo, las zapatillas de duende me llevaron sabiamente al cuarto de baño y allí mi cuerpo se quedo tranquilo. De regreso al lugar donde todos mis cuentos se convierten en realidad, las zapatillas de duende me llevaron volando por el pasillo a los brazos de mi princesa. Estaba tan dormida que apenas me fije en ese detalle, llegué al lugar de mi bella durmiente, me senté de nuevo en la cama para descalzarme pero... No pude hacerlo.
Mi cuerpo levantó al de mi mujer en brazos y las zapatillas de nuevo comenzaron a volar levantándonos a las dos mujeres sin ningún tipo de esfuerzo. Sujete bien a mi esposa contra mi cuerpo, y por miedo cerré los ojos, a veces es mejor no saber que sucede a nuestro al rededor.
El movimiento cesó, mi mujer parecía seguir dormida y con la valentía de quien sabe que el peligro ya sucedió, me atreví a abrir los ojos.
Estábamos en una casa preciosa y moderna, la cama en la que ahora nos encontrábamos era cómoda , desperté a mi mujer para explicarle lo increíble de la situación, ella que es mucho mas valiente que yo decidió que debíamos investigar los alrededores de aquel extraño lugar. Nos encontramos con lo mejor que a las dos nos podía suceder, nuestros sueños parecían hechos realidad.
En la parte de abajo de aquella casa nos encontramos con la oficina de una fundación de investigación, llena de ordenadores y aparatos de laboratorio, al lado una biblioteca donde se podía leer el título de un libro “Lecturas lésbicas, cuentos mágicos”.
A lo lejos el ruido del mar golpeando contra unas rocas, y mas cerca un coche acondicionado con una silla de bebes en el asiento de atrás, cerca de el coche una caseta con un perro enorme con cara de bueno saludándonos alegremente.
Las zapatillas de duende nos mostraron nuestro futuro juntas esa noche, quizás existan en el mundo más zapatillas mágicas, que muestren el futuro o ayuden a las parejas que todavía creen en los cuentos a conseguir sus sueños. Solamente es cuestión de tener fe, cerrar los ojos y desear con todas tus fuerzas aquello que quieres conseguir, a veces un duende mágico te puede prestar sus zapatillas.
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