martes, 1 de diciembre de 2009

La manta del sofá (cuento para las Lez frioleras)

El invierno siempre ha sido una de mis estaciones del año favoritas, gracias a las mantas y a el calor..

Era Diciembre, el frío acababa de hacer su aparición triunfal obligando a la gente a ir tapada hasta las orejas con bufandas, gorros, guantes y todo tipo de artilugios para combatir el duro invierno. Las actividades al aire libre se abandonaban para otra época del año, los centros comerciales eran invadidos por todos aquellos que buscaban algún regalo de navidad o los que simplemente querían pasear con una calefacción encendida y un techo que los protegiese de la intemperie.

A ellas les encantaba estar juntas en invierno, escondidas en el sofá tras una manta que las cubría hasta la nariz acompañadas por una buena película y un montón de palomitas, patatas fritas, gominolas etc. No cambiarían por nada del mundo la sensación de estar abrazadas y adormiladas en el calor de el hogar. Los fines de semana intentaban repetir la operación en casa de alguna de sus amigas preparando alguna buena cena casera, siempre se agradecía tener algo de vida social aunque el frío intentaba siempre impedirlo a toda consta.

Una tarde en el supermercado, les regalaron a nuestras chicas una manta para el sofá, era pequeña, suave y calentita, tenía un dibujo de el tigre de los cereales de chocolate y un fondo azul muy alegre que recordaba al cielo de el caluroso verano. Como no tenían demasiado que hacer alquilaron unas películas en el vídeo-club y como era tradición en ellas estrenaron la manta.

Abrazadas, tapadas hasta las orejas y con la calefacción encendida ambas se quedaron dormidas mientras escuchaban el ruido de la lluvia al chocar con los cristales de las ventanas. Su respiración se fue tornando cada vez más profunda, instintivamente juntaron sus cuerpos como si todavía tuvieran frío. Fuera la noche se hizo más oscura y lluviosa.

Cuando ambas se despertaron, se encontraron en una especie de isla tropical con una paradisiaca playa de arena blanca y un transparente mar azul. Era su luna de miel. Llevaban unos hermosos anillos de oro blanco y estaban ataviadas con unos bikinis de vivos colores que mostraban las perfectas curvas de sus cuerpos de mujer. Cerca de la playa, unos apartamentos con vistas al mar parecían esperarlas impacientemente así que, cogidas de la mano, subieron hasta aquel hermoso lugar.

Una cama de dos metros, una nevera con bebidas frías y una cesta de frutas encima de una mesa eran su única compañía en aquel cuarto... como cualquier pareja de recién casadas, se dirigieron hacía la cama sin parar de besarse, acariciando cada centímetro de piel, mientras su corazón se iba acelerando cada vez más...

Un trueno las despertó de nuevo, continuaron sus besos debajo de la manta azul sin prestar demasiado caso a la tormenta que insistía en enfriar la ciudad. Desde aquel momento, la manta que vino de regalo con la cesta de la compra, las acompañó durante casi todo el invierno y si alguna de ellas se quedaba sola, el tigre de los cereales se encargaba de darle mimos y calor hasta que llegase la otra parte de la pareja.

Incluso la manta contaba algún que otro cuento para poder escapar del lluvioso invierno...

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