miércoles, 21 de octubre de 2009

Amor de convento (part II)

Segunda parte de amor de convento, nadie es quien de decirnos a quien debemos amar...

Los primeros días nuestra protagonista disfruto de las comidas familiares, las charlas con su madre y las correrías con sus amigos del pueblo que la fueron informando de todo lo ocurrido durante aquel curso. Todo parecía perfecto pero algo dentro de ella hacía que se siéntese triste y desmotivada, extrañaba tanto a su intima amiga que a veces incluso ni si quiera le apetecía comer, se sentía mal porque con la distancia acababa de descubrir que amaba a su compañera y eso no era posible. No podía convertirse en aquello que esperaban sus padres de ella los hijos, el marido, la iglesia... Ni si quiera se imaginaba besando o acariciando el suave cuerpo de aquella joven con la que soñaba todas las noches. Dios es amor, no podía ser pecado amar con tanta fuerza a otro ser aunque fuese una mujer se decía a si misma.

Cansada ya de la monotonía veraniega, se atrevió a escribir una carta a su amada describiendo todo aquello que sentía, deseando por un lado no ser rechazada y por el otro que nadie encontrase aquellas palabras en aquel papel por todo lo que se le podía venir encima, nadie podría entender porque ella prefería a una “débil mujer” a un hombre que la mantuviese y la protegiese de aquel, se supone, malvado mundo. Lo terrible era no poder besar a la persona que ella realmente amaba.

No obtuvo respuesta a aquella carta, pasaron días e incluso semanas y cuando se dio cuenta ya estaba de vuelta con el rosario en la mano y el ángelus por las mañanas. Los primeros días y conocedora de el afán de las monjas por controlar todo lo que sucedía en el convento se comporto bien, no se movía de su catre por las noches, hacía todos los ejercicios de oración y meditación que le encomendaban e incluso se presentaba voluntaria para trabajar en la cocina de manera que se gano la confianza de las hermanas. Cuando llego el momento se escapo por la noche al rincón donde la esperaba su amada.

Durante minutos se miraron fijamente a los ojos sin mediar palabra manteniendo una distancia prudencial, tenían tanto que contarse y tanto miedo a decirlo que no sabían como expresarlo, una vez más, el instinto hizo de mediador entre ellas se besaron como ninguna de aquellas mujeres del convento jamás habrían podido imaginar. Sintieron una mezcla de ternura, pasión y miedo que no podrían olvidar el resto de sus vidas y casi de lo hermoso que fue aquel beso escucharon los cantos de los ángeles alabando aquel amor profundo y lésbico que se acababa de consumar en aquel beso de novela romántica.

Pero ellas sufrieron, sufrieron por tener que ocultarse de sus familias, de sus tutoras, de sus compañeras . Sufrieron por tener que romper los tabús que las habían rodeado durante toda su vida. Sufrieron porque les habían contado que era pecado amar a un ser de el mismo sexo aunque fuese amor y todos los seres hijos de dios, pero su sufrimiento las unió más porque lucharon juntas, crecieron juntas y cada beso a escondidas las elevaba a un estado de armonía que dudo mucho que alguien que niega que el amor dos personas sea natural, lo sintiese en su vida.

Ellas ganaron en felicidad porque encontraron el amor y su aventura de juventud se convirtió en amor en la vejez, aunque a algunos no les guste no se puede luchar contra lo natural, no se puede luchar contra la elección de amar a una mujer libremente, aunque suene utópico ¿alguien conoce algún sentimiento más fuerte que el amor?

1 comentario:

Clementine dijo...

Awwwwwww me encantan tus historias quiero ser niña y que mer las lean seria mas re ..bollera LOL

palyginti kainas