martes, 27 de octubre de 2009

La limpiadora y la secretaría

Si la cenicienta existiese en el siglo XXI trabajaría en una empresa de limpieza...

Trabajaba de sol a sol en la empresa y casi nadie le prestaba atención, llegaba por la noche y recogía las mesas, vaciaba las papeleras, fregaba los baños, pasaba el mocho y un largo etcétera de actividades que convertían aquella empresa multinacional en un cumulo de orden y limpieza. Ella ni siquiera formaba parte de la plantilla de la empresa, era la empleada de una sub-contrata que a su vez había sub-contratado los servicios de limpieza, su sueldo era el más humilde de todos y su labor profesional de lo menos valorado pero todo aquello no era un impedimento para que nuestra limpiadora todos los días llegase alegre y feliz a su puesto de trabajo.

Siempre llevaba unos cascos en las orejas e iba bailando y cantando la música que salía del mp3 que llevaba escondido en los bolsillos de su horrible mandilón azul, junto con las bayetas y los trapos atrapa polvo y siempre llevaba unos azucarillos para invitar a su amiga la secretaría a tomar un café en el poco tiempo que les dejaba la empresa para descansar.

La secretaría era otra de las victimas de aquella salvaje multinacional y al igual que la limpiadora siempre se quedaba hasta altas horas de la noche trabajando, con lo que en su soledad laboral surgió una gran amistad que suscito algún que otro comentario entre el resto de compañeros ¿de que se podía hablar con una limpiadora?

Una noche la chica de la limpieza dejo olvidados su mp3 y uno de sus trapos, la secretaría los guardo para dárselos al día siguiente pero se llevo una gran sorpresa, la empresa acababa de contratar otra compañía para llevar el mantenimiento de la oficina. -“Tengo que encontrarla para llevarle el mp3 y el paño”-pensó. Así que se dispuso a buscar a su amiga nocturna. Pasaron las semanas y la secretaría nada supo de su anterior compañera y una gran tristeza embargo su corazón.

Fue empresa por empresa y limpiadora por limpiadora preguntando si alguien conocía a la dueña del mp3 y del paño, incluso puso anuncios en el periódico y en alguna web de anuncios por palabras. Se dio cuenta de que estaba experimentando algo mas que amistad pero eso daba igual, ella tenía que encontrar a su chica de la limpieza, no podía permitir que su amor se escapase,ni si quiera la conocía fuera de aquel horrible lugar, no le fue posible declararse ni darle un beso, como fuese ella la tenia que encontrar. Cuando se entero de que se había marchado a otra ciudad casi cayó en una depresión.

Pasó mas de un año desde la desaparición de la chica que cantaba por las noches mientras ella redactaba aburridos textos empresariales, pero seguía guardando aquel mp3 y aquel horrible trapo de limpieza esperando a encontrar la pareja perfecta de aquellos artilugios.

Una tarde una joven ejecutiva entro en la oficina, llevaba un caro traje de ralla diplomática un perfume embriagador, una maleta de cuero marrón y unos zapatos de un gran diseñador de moda.

-Disculpe, tiene usted algo que me pertenece-dijo dirigiéndose a la la secretaría

-¿Perdone?- respondió la oficinista.

La ejecutiva saco unos cascos de un bolsillo y los dejo encima de la mesa sonriendo socarronamente, la secretaría saco el mp3 de el cajón y comprobó que encajaba perfectamente con lo que acababan de poner encima de su puesto de trabajo.

-Me fui a terminar mis estudios en la universidad, trabajaba para poder pagar la carrera, pero jamás me olvide de ti.

Esa noche cuando las campanas y los relojes anunciaban la media noche, la secretaría renuncio a su puesto de trabajo para vivir y casarse con su limpiadora ejecutiva. Una gran limusina las llevo a la puerta de el juzgado y a su menú de boda le añadieron perdices. Vivieron felices para siempre.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

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