lunes, 14 de diciembre de 2009

La conejita del sombrero

Cualquiera puede celebrar la navidad


El circo siempre iba a la ciudad por Navidad, todos le esperábamos impacientes para ir a verlo con sus luces y lleno de magia por cada esquina de su gran carpa. Los niños reían con los payasos llenos de colores y con grandes narices rojas. Los mayores se sorprendían con las acrobacias de los malabaristas y funambulistas paseando sobre la cuerda floja y sin red. Pero lo que asombraba siempre a niños y mayores, recibiendo ovaciones, aplausos y múltiples fotos era el mago.
El mago no tenía un gran repertorio de trucos de magia, pero convertía un pañuelo en una paloma ante los ojos de todos los espectadores o sacaba de su sombrero de copa un hermoso conejo blanco, vistoso que agarraba siempre por sus orejas y lo mantenía en el aire durante unos segundos ante su fiel audiencia.
Pero no era un conejo cualquiera. Era una conejita blanca presumida y coqueta a la cual le encantaba recibir aplausos y piropos, en más de una ocasión la conejita llego a pensar que el centro del espectáculo era ella aunque los leones se encargaban de recordarle que ellos eran simples animales reemplazables.  La conejita blanca tenía una amiga fiel que viajaba con el mago y con ella en una maleta.
Era una conejita no tan blanca y hermosa como la otra, tenía unas manchas marrones por el cuerpo y unas orejas más pequeñas por eso el mago no la utilizaba en la pista del circo para su truco de magia, por lo menos con público delante. Brown (así se llamaba la conejita marrón) nunca tuvo celos de su amiga por el contrario la quería y la admiraba como si de una estrella de Hollywood se tratase. White (así se llamaba la conejita blanca) aunque era presumida y orgullosa amaba a Brown así que por las noches esperaban impacientes a que el mago las metiese en la maleta para dormir abrazadas y juntas.
White y Brown no paraban de escuchar cosas acerca de la Navidad. Ellas nunca habían celebrado esa festividad, porque los animales del circo no tenían regalos ni conocían a Santa Claus, aunque alguién les había contado algo acerca del nacimiento de un tal niño Jesús y una época mágica donde todo el mundo se hacía regalos, compartiendo un espíritu de amor, alegría y paz. Además ellas siempre veían a los humanos disfrazados con unos extraños gorros rojos y unos enormes bastones de caramelos.
White y Brown decidieron celebrar la navidad en el circo, hablaron con todos los animales del lugar sin olvidarse de ninguno, los elefantes, los caballos, los tigres, los leones, los gatos y los perros que acompañaban a los circenses. Una vez reunidos todos, leyeron varios libros acerca de las tradiciones más importantes y llegado el día tuvieron una gran cena intercambiándose regalos fabricados por cada uno. Cantaron hasta altas horas de la madrugada contagiados por una desconocida alegría y se acostaron pensando cuan de maravilloso era celebrar aquella festividad.
Cuando las conejitas se despertaron por la mañana, se encontraron con un enorme paquete para ellas. Era una maleta nueva de viaje, alcochada, con unas mantas nuevas y unos preciosos lazos rojos para cada una. El mago jamás supo de donde vino aquella maleta nueva, pero Santa Claus agradeció a las conejitas que le ahorrasen un gran trabajo.

1 comentario:

Maria Antonietta dijo...

Esta historia la encontre demasido linda, super tierna, casi inocente .. wow defenitivamente dejame decirte que escribes muy lindo y más que ser o no ser escritora profesional, es que con lo que escribes puedas hacer sentir e imaginar a las personas, suele suceder que como nosotras, escribimos y me imagino que lees también mucho como yo, la imaginacion vuela y es como ver television sin estar encendida, solo que esta encendida en nuestras mentes, en la imaginación.....

Muy linda historia =)

palyginti kainas